La Estrategia E-2020

A principios de 2010, la Comisión Europea propuso la Estrategia Europa 2020 con la intención de impulsar un crecimiento inteligente, sostenible e integrador. El objetivo era mejorar la competitividad de la UE, manteniendo su modelo de economía social de mercado y utilizando de manera mucho más eficiente sus recursos. En aquel momento, la Estrategia Europa 2020 fue pionera en la defensa de un modelo de crecimiento que fuese más allá del simple incremento del PIB, y hoy en día, son numerosos los organismos que promueven el crecimiento inteligente, sostenible e integrador como elemento esencial del desarrollo económico.


La Estrategia Europa 2020 se concibió como una asociación entre la UE y sus Estados miembros, con cinco objetivos principales, relacionados entre sí, en los ámbitos del empleo, la investigación y el desarrollo (I+D), el cambio climático y la energía, la educación y la lucha contra la pobreza y la exclusión social. Sin embargo, la grave crisis económica ha obligado a fijar las previsiones sobre el crecimiento del PIB anual de la UE en torno al 1,6 % para el período 2014-2020, frente al 2,3 % registrado en el período 2001-2007 (antes de la crisis). Y pese a ello, la UE necesita mejorar su productividad y su competitividad frente a la creciente competencia china y norteamericana.


Desde Bruselas se asegura que alcanzar los objetivos energéticos ahorraría a Europa 60.000 euros de importaciones de petróleo y gas hasta 2020, lo que resulta fundamental por motivos tanto económicos como de seguridad energética. Además, una mayor integración del mercado energético europeo permitiría aumentar el PIB entre un 0,6% y un 0,8%.


Por otra parte, la apuesta para satisfacer al menos el 20% de las necesidades energéticas europeas a partir de recursos renovables permitiría crear más de 600.000 puestos de trabajo en la UE y otros 400.000 si se logra el objetivo del 20% de eficiencia energética. Y la difusión de soluciones tecnológicas innovadoras permitiría cumplir con los compromisos de reducción de emisiones sin renunciar al máximo beneficio con el mínimo coste.


En 2012, la UE aprobó un manifiesto apoyando el nuevo paradigma de la economía circular, en la que nada se deseche y todos los recursos se aprovechen continuamente en un círculo virtuoso. Este planteamiento surge como respuesta al modelo actual de “extraer-usar-tirar”, en el que el 80% de cuanto utilizamos se emplea una sola vez para descartarlo a continuación, y se concretó en la comunicación de la UE de 2014 “Hacia una economía circular: un programa de cero residuos para Europa”.


En la comunicación, el modelo lineal “basado en la hipótesis de la abundancia, disponibilidad, facilidad de obtención y eliminación barata de los recursos” se declara obsoleto en pos de una nueva economía circular en la que los recursos sigan considerándose recursos al final de su vida útil, volviendo una y otra vez al ciclo productivo, y la energía procedente de fuentes renovables se declara como base del nuevo modelo.


Afrontamos, en definitiva, una fase de renovación de la legislación de la Unión Europea en materia de recursos y residuos, durante la que es previsible que se revisen varias Directivas para introducir introducen nuevos objetivos en materia de residuos, con el fin de lograr una mayor eficiencia de los recursos en consonancia con la Hoja de Ruta hacia una Europa eficiente en el uso de recursos, a la vez que se fomenta la creación de empleo verde.


Precisamente, el pasado mes de abril de 2016, Eurostat publicó los datos de tratamiento de residuos en Europa (EU28) correspondientes al año 2014, con un dato que merece cierta reflexión: de los 475 kg de residuos municipales generados por persona en la UE en 2014, se trataron 465 kg por persona, siguiendo diferentes métodos: el 28% se recicló pero otro 28% fue enviado a vertederos. Un 27% se incineró y un 16% se destinó a compost.


Es de destacar que en el período 1995-2014, la valorización energética ha pasado del 19% al 27% en la UE, pero para el caso de España, la valorización energética se sitúa en el 12%, menos de la mitad de la media europea, mientras que en vertido está se sitúa en el 55%, casi del doble de la media europea (28%) y el reciclaje y compostaje en el 33%, algo por debajo de la media europea (44%).


Los datos están ahí, y la conclusión es que los países que más reciclan son también los países que más utilizan la valorización energética (Alemania, Bélgica, Suecia, Dinamarca, Holanda, Austria, Estonia y Finlandia entre otros).
Debemos recordar que en septiembre de 2014, Bruselas dio un ultimátum a España para la clausura definitiva de 63 vertederos, y en julio de 2015, el asunto acabó en una denuncia ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.


Para los CATs, la evolución de la normativa medioambiental europea puede tener importantes implicaciones, fundamentales en orden al cumplimiento de las previsiones de la Directiva VFU 2000/53/CE sobre porcentajes de reutilización y reciclaje de los VFU. Por esa razón, en la agenda del sector debe estar presente, como prioridad, la apuesta por la economía circular que, en definitiva, nunca dejó de formar parte del tradicional negocio del desguace, modernizado ahora con las buenas prácticas en el tratamiento de los vehículos al final de su vida útil.

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